viernes, 1 de marzo de 2013

El señorito

Erase una vez un señor, mejor dicho, el SEÑORITO,  que cada vez que paseaba por la calle todo el mundo o bien le aplaudía o bien le saludaba y si el SEÑORITO se dignaba a devolverle el saludo, aunque fuera sólo con un leve gesto manual, esa persona que había saludado primero tendría que contar algo el resto de su vida, como mi amigo Quique, cuando una vez Inés Sastre le miró...
Ese SEÑORITO, fue campeón olímpico, hijo de familia adinerada, a su madre incluso se le buscan antepasados en la corona belga para que su sangre sea AZUL. Además se ligó a la hija de un monarca, con lo que al casarse se convirtió en duque, pero ante todo SEÑORITO. Además tuvo cuatro hijos, rubios, hermosos, bien vestidos, vamos unos SEÑORITITOS como está mandao.
Aprovechando que su cuñado, el marido de su hermana mayor estaba más para allá que para aquí, se ganó el favor del populacho y de su nueva familia, el principe heredero a la corona que, por cierto, era el menor de los tres hermanos, por detrás de las princesas, pero por ser varón, parece ser que merecía el título más que ellas, le admiraba y eran colegas, porque era tan alto y tan sexy como él, porque eran igual de deportistas, fortachones, sensibles con la realidad que les rodea y complacientes en los saludos con el pueblo llano para quien de vez en cuando se asomaban por el balcón de la azotea. Gracias majestades por saludar, nos encanta invertir nuestros ahorros en ustedes...
Pues bien, el SEÑORITO, no tenía suficiente con poder volar, así que decidió andar sobre el mar, el dios neptuno le abrió paso y hasta medusa y Apolo , que no sé si tendrán mucho que ver en esta historia, le abrieron las puertas del cielo vía el azul oceano, vamos, que ya estaba por encima del bien y del mal, podía escupir perfectamente a los tiburones que estos le iban a seguir haciendo la pelota y todo porque era el SEÑORITO, pero no uno de pan pringao, como diría mi abuela, sino un tipo respetado, valiente, poderoso y ejemplarizante.
Contoneandose y sacando tajada de todos los pescados tanto grandes como pequeños, el SEÑORITO, decidió un día desalar el agua, porque, simplemente, se creía en su derecho y con capacidad de hacerlo, total, soy un tipo con sangre azul... pensó. Entonces el gran señor del mar le dijo, "SEÑORITO, aquí el jefe de todo esto soy yo y vivo demasiado bien como para que me jodas el tinglado, te voy a mandar al Pacífico y así te llevas a mi hija y a los pijos de tus hijos..." El SEÑORITO se enfadó un poquito y se fue a regañadientes, pero prometió seguir intentando desalar el mar, "a mi no se me puede cerrar ninguna puerta", pensaba, "soy de sangre azul y la sangre azul puede a la roja y si no que se jodan los rojos que a mi me importa una mierda todo"... Y siguió con lo suyo, aunque el señor del mar ya lo sabía, pero como también era alto, guapo, sexy, inteligente, sensible y todo lo bueno y, además, estaba también por encima del bien y del mal, pensaba: "este joven... ya aprenderá, jajaja" pim, pum, pam... y otro elefante marino que cae... que en realidad ya estaba caído pero se lo pusieron a huevo para que él pensara que era tan machote como para poder con tan salvaje y peligroso animal... es un duelo de hombre-animal, tu contra mi, pelea cabrón! soñaba el gran señor del mar.
A todo esto, el SEÑORITO, seguía con las suyas, hasta que un día quiso echar azucar al agua del mar y la fauna marina dijo basta, de repente todo se fue a pique, el SEÑORITO se convirtió en el LADRÓN, todo el mundo le empezó a odiar, su crédito se acabo y el no entendía por que. "¡Pero si tengo sangre azul!", "¡Pero si mi esposa también lo hace y a ella no le dicen nada!", "¡Mi suegro me dejó y nadie le dice nada!", ¿Por qué me pasa esto y soy tan desgraciado?, suplicaba al cielo mientras bajaba en ascensor hacia el infierno de los cobardes y ladrones, donde planta por planta, iría viendo a diferentes tipos de delincuentes y malechores y su ascensor no se paraba, porque iba más abajo, más profundo, "¿Dónde parará?, si no he sido tan malo, si no he hecho nada que otros de mi estatus no hagan, suegroooo ayudame, que soy yo, soy el señoritoooooo" y de repente se le calló una placa de calle con su nombre en la cabeza, el ascensor nunca paró porque su bajeza no tenía fondo.... atravesó el mar, la tierra, los monstruos... y ahí le perdimos la pista... aunque seguro que hay un gobierno que le indulte, o una sentencia ficticia que le salve de esos infiernos, le despierte de este mal sueño y le devuelva su sangre, aunque ya no será azul del todo, tendrá tonos violetas o ramilletes rojizos... Pobre SEÑORITO, que mala cara se te ha quedado...
Que cosas tiene la vida ¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario